Yo pensaba que lo mejor era dejarlo pasar. Olvidarlo todo. Total, ya han pasado como seis meses y no nos hemos vuelto a hablar. ¿Por qué empezar ahora? Pues simple, creo. Lo vi claro con algo que dijo mi profesora. Los problemas no se solucionan evitándolos, porque se volverán a repetir. Tampoco con una confrontación estruendosa, pues no servirá más que para hacernos más daño. La solución para un problema es hablarlo tranquilamente y sin intentar herir a la otra persona. Según ella, hay que intentar decir lo que nos ha molestado sin remarcar los errores que, según nosotros, ha cometido la otra persona.
Todo esto me hizo recapacitar. ¿Y si la solución era hablarlo? ¿Y si era un error dejarlo pasar? Claro que era un error, nos vemos casi todos los días. Ha pasado el suficiente tiempo para que pueda hablar con él tranquilamente y aclarar las cosas, pero no lo suficiente como para olvidarlo sin más. No lo suficiente para que no me duela cada vez que, sin querer, desvío la mirada hasta él. Esto no quiere decir que quiera algo con él, sólo quiero aclarar las cosas. Además, tengo curiosidad y siento que me va a dar algo si no soluciono esto de una vez. Es un peso que me oprime el pecho y tengo que quitarme de encima.
Quiero saber por qué me dejó de hablar sin más. Me gusta saber las cosas. Me gusta saber la verdad, aunque duela. Quiero saber por qué nunca me contó aquello tan importante que me tenía que decir. ¡Quiero saberlo! Sólo hay un pequeño problema... Me da en la nariz, que él no quiere hablar conmigo
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Quiero saber por qué me dejó de hablar sin más. Me gusta saber las cosas. Me gusta saber la verdad, aunque duela. Quiero saber por qué nunca me contó aquello tan importante que me tenía que decir. ¡Quiero saberlo! Sólo hay un pequeño problema... Me da en la nariz, que él no quiere hablar conmigo
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